sábado, 22 de septiembre de 2007

Crónica de una enfermedad venérea.


El otro día fui al médico porque tenía algunas molestias inguinales, aunque no eran esos todos mis males, me dolía la cabeza, me mareaba y el cauce del meato me picaba un rato.
--Normalmente le enviaría al urólogo –me dijo el cenutrio de la bata blanca.
Me miraba los colgajos con sonrisa de sorna e inclinado la cabeza y aquello no me gustaba. Por si no era suficientemente humillante mostrarles mis vergüenzas, aquel estúpido se estaba cachondeando, pero el colmo fue cuando él y la enfermera se pusieron los guantes y empezaron a manosearme con dolorosa impunidad.
--¡Doctor! ¿Qué padezco?
--Parece usted imbécil ¿Cómo es posible que en pleno siglo veintiuno aún se puedan enganchar unas purgaciones?
--Eso debió de ser por el empacho de Navidad.
--Más bien debió de ser por la orgía de Todos los Santos. ¿Qué? ¿se tiró a la cabra de la legión?
En aquellos momentos hubiera sido capaz de matarle, pero el hombre tenía ganas de seguir hablando y yo estaba un pelín asustado.
--Afortunadamente con unos antibióticos estará usted pronto en condiciones para realizar sus prácticas obscenas, pero hasta que no esté totalmente curado no se le ocurra practicar el sexo que las enfermedades venéreas se pegan muchísimo.
Así que era una enfermedad “benérea” (buena), pues no tenía de que preocuparme, o eso creí hasta que se lo vi escribir en el informe con mayúsculas y con “V”: VENÉREA (de las venas... ¿del corazón?)
--¿Y no me moriré?
--De esto ya no se muere nadie. Con un buen antibiótico se cura. Por cierto, debe informar del suceso a todas las personas que hayan tenido contacto sexual con usted en los últimos dos meses, porque pueden haberse visto infectadas e incluso, alguna, puede haber sido quien le infectara. Los animales mejor los sacrifica, si han sido capaces de hacérselo con usted no vale la pena hacerles sufrir más.
Mientras me soltaba esta retahíla me alargaba la receta de los antibióticos.
--¿Cada cuánto me los he de tomar?
--¿Tomar? Estos van por vía parenteral y ahora le suministraré la primera dosis de choque.
--¿Parenteral?
No contestó a mi pregunta directamente, pero por el pedazo de aguja que enroscó en la jeringuilla supe que parenteral quería decir que me acordaría de toda su parentela.
Salí de allí peor de lo que había entrado, no sólo no habían desaparecido mis molestias, sino que después también tenía el culo dolorido. Y encima pretendía recetarme supositorios para calmar el dolor... será...
Pueden suponer que fue una notable alegría para mí conocer a la esposa del doctorcillo. Por cierto, llego tarde. Hemos quedado para cenar...

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