martes, 20 de noviembre de 2007

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Gregorio era, a sus treinta y tantos años, un pedante emancipado. Había bebido de las fuentes del conocimiento inútil. Había leído cuantas novelas le podían cubrir de la invisible aureola de la sabiduría, pero había olvidado la más notable de todas. Aquella que explica con pelos y señales la vida de los retoños de cangrejo.


Gregorio era el pedante coloquial capaz de espantar a las visitas y amilanar, con su lengua, a los pobres individuos que sólo sabían de verdad. Porque él sí sabía de todo y siempre su tema se escapaba de cuantos callejones sin salida le plantaban delante. Únicamente era cuestión de confundir al oponente… porque, eso sí, cualquiera que se arriesgara a mantener una discusión con él, era su oponente y, como tal, debía ser vencido aunque el otro desconociera aquel reto.


El verbo de Gregorio era difícil, por no decir incomprensible, pero exento de errores ¿Cómo podría equivocarse tamaña eminencia? Sin embargo, la angustia y la soledad de no sentirse comprendido le agriaban el carácter, pero un día encontró la solución. Internet, la red de redes, es el lugar donde todo el mundo tiene su espacio, su sitio su… http://www.pedantes.org/foros.html. Feliz, Gregorio, expandió sus monólogos, por escrito, en aquellos foros donde otros entes, similares a él, le contestaban largamente sin responder. Filosofía, literatura… el saber de la humanidad comprimido en eternos monólogos ininteligibles y bondadosos donde una coma podía ser el tema de un debate enorme e invisible.


-Como dijo Glinka, la enormidad esotérica de los pepinillos crudos…


-No, amigo, no. La serenidad de Grimón al darle al sifón ya definía el espíritu humano…


-Creo que Joyce justifica mejor las imágenes filosóficas de la historia…


Pero la felicidad nunca puede ser eterna. Un día apareció un ser mundano donde los hubiera. Llenó de palabras mundanas, de frases mundanas, aquel espacio. Tan mundano era aquel ser que amenazaba con volcar, sobre aquel santuario, toda la realidad. Y, un día, dijo una frase que desmoronó el único Universo que el colectivo de pedantes deseaba: la web.



El hombre mundano dijo…



Ahora podéis elegir la frase que consideréis más adecuada:


A-¿Por qué no te callas?


B-Para mear vete al baño.

C-Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza.



Gregorio murió asfixiado en su propia verborrea, donde ni los versos de un militar y homosexual francés, ni la prosa rebuscada de un irlandés de inflado ego, podían salvarle. En una oscura calle londinense, donde la pipa de Holmes no pudiera atufarle, abandonó su propio cadáver incorpóreo e inútil.


martes, 6 de noviembre de 2007

Soy profesional



Soy profesional… asesino profesional.


La profesión de asesino es en muchos aspectos similar a la de cirujano. Ambos tienen que andarse con mucho ojo y ser muy exigentes en temas como la asepsia y la exactitud. Como el doctor, el asesino profesional debe ser extremadamente preciso. La diferencia entre uno y otro es que, mientras el médico debe procurar por la seguridad del paciente, el asesino debe hacerlo por la propia y la de su cliente, lo que, bien pensado, tampoco es una diferencia tan grande. Lo que sí constituye un hecho diferencial es que mientras el galeno debe estar siempre dispuesto para actuar, nosotros, los malos de las películas, debemos tomarnos algunos descansos para impedir a las diferentes policías una relación entre nuestros actos y nuestras personas. El buen sicario no debe dejar siquiera un asomo de evidencia sobre su existencia. Ni ADN, ni fibras y mucho menos un sello identificativo del trabajo, eso queda para aficionados y psicópatas.


Me tomo mi trabajo muy en serio, pero no soy un enfermo mental. Acaso tomarían por enfermo mental a un enterrador, un forense o un policía de homicidios, después de todo, ellos tienen una relación con la muerte mucho más morbosa que la mía que, una vez comprobada la eficacia del trabajo, abandonó el lugar que habita la Parca par no volver. En cambio, todos ellos se revuelcan con Thánatos allí donde le encuentran.


Como ya dije, no soy un psicópata. Disfruto de la vida más que de la muerte… incluso en los demás. Quiero, tengo sentimientos y no me gusta ver sufrir a nadie y es algo que también tengo en cuenta en mi trabajo y jamás acepté un trabajo donde el dolor fuera parte del trato. Mis víctimas, salvo errores, que como humano también los tengo, tienen muertes, que si bien no vamos a llamar agradables, si podemos llamar humanitarias.


Soy profesional… asesino profesional.


Como es lógico, alguien como yo no debe implicarse emocionalmente con su trabajo, creo que esta es también una premisa que deben cumplir los doctores en medicina ya que, en ambos casos, puede tener peligrosas consecuencias. Pero nosotros contamos con una ventaja: el anonimato. Sin embargo, no siempre podemos ser simples sombras en la noche, como seres humanos tenemos vidas y responsabilidades que cumplir y, en el mundo actual, necesitamos tapaderas que justifiquen nuestros viajes, nuestros ingresos y nuestras soledades y, aunque cueste creerlo, esta es nuestra gran vulnerabilidad pues, cuantos de nosotros no han sido sorprendidos blanqueando el dinero obtenido en nuestro oficio.


Aún hay quien se cree que matar es complicado, eso sólo es cuestión de imaginación y de oficio. Bueno, puede serlo al principio, después de todo estas segando una vida, pero con el tiempo ya sabes que aquel individuo, de cualquier modo, ya estaba muerto y es mejor que el dinero te lo lleves tú a que lo haga otro con menos escrúpulos. Así que, con el tiempo, aprendes a aplicar una asepsia total a tu trabajo rompiendo hasta el último lazo de empatía con el sujeto del trabajo. Pero eso no impide que en tu vida privada sigas teniendo tus sentimientos totalmente intactos, aunque, claro, al principio cuesta separar ambas cosas en tu cabeza, pero nuevamente con tiempo se consigue todo.


Espero que nadie pueda volver a confundirse respecto a lo que quiere decir ser profesional… asesino profesional.