viernes, 13 de julio de 2007

Teleoperadora profesional


--¡Super Telefonía! ¡Dígame!
--¿Señorita? –Suena una voz cavernosa al otro lado del auricular--.
--¡Sí! ¿Dígame?
--Le llamo desde el seis cuatro nueve uno...
--Sí, sí, tengo su número en el display...
--Me llamo Rodrigo...
--González Ruano... ¿Qué desea?
--Sí, correcto.
--Y vive en la calle Cuaresma veintisiete...
--Sí, sí...
--Usted me dirá, caballero.
--Verá señorita, es que he fallecido hace un par de horas y he pensado que ya no me harán falta sus servicios.
Hubo una pausa, pero no excesivamente larga ya que, a continuación, la voz profesional y cantarina de la telefonista prosiguió.
--Veo que está usted conectado con un contrato de servicio global con descuento que incluye móvil, fijo, adsl y televisión. ¿Desea la baja total o una modificación del servicio?
--¿Cómo dice?
--¿Llama para darse de baja del móvil?
--Sí.
--¿Y del fijo?
--Sí.
--¿Y de la televisión?
--Sí.
--¿Y del adsl?
--Bueno... no estoy seguro.
--Si quiere seguir teniendo el adsl debe mantener la línea fija.
--Es que no sé...
--Bueno... ¿Por qué no me llama cuando averigüe si le dejan tener adsl en su tumba? Tal vez podríamos hacer un traslado de la línea, muchos lo hacen así cuando cambian de domicilio.
--¿De verdad?... ¿Y usted no se asusta hablando con muertos?
--Para alguien que trabaja doce horas seguidas, enganchada a una centralita, sin poder ir ni a mear y todo por seiscientos euros al mes, ¿cree que le puede asustar algo?
--¡Caramba, señorita! Y yo que me pensaba que estaba mal sólo porque me había muerto.
--Pues si eso le parece alucinante, pruebe a buscar vivienda y comida con esos seiscientos euros. Y ya no le hablo de tener niños, porque con las expectativas de vida que tenemos los jóvenes de hoy, yo ya me hice la ligadura de trompas a los dieciocho años.
--¡Pues lo siento mucho!
--No se preocupe, señor fallecido, son gajes de los nuevos tiempos.
--¡Oiga! ¿Cobra usted comisiones?
--Sólo si supero los docemil puntos mensuales.
--¿Cuántos le dan por un traslado?
--Dos.
--Pues no me de de baja. Traslade la línea al cementerio de Pueblo Nuevo, panteón doce. ¡Por mí que no sea!
--¡Gracias buen hombre! ¡Y que descanse en paz!
--¡Suerte!

miércoles, 11 de julio de 2007

Julián


Tengo un osito de peluche que se llama Julián.
No, no soy un niño. Los cuarenta ya no los cumplo y, aunque generalmente me da vergüenza reconocerlo, es importante que sepáis que Julián me habla.
Julián siempre empieza a conversar de la misma manera:
--Los bosques están desapareciendo por culpa de los malos escritores.
Cuando Julián dice eso un papel en blanco está sobre mi escritorio y un montón de bolas de papel desborda la papelera. Por ello, herido, me enfado:
--Eso no es cierto.
Y acompaño mi respuesta de una mirada al centenar de carpetas llenas de textos que reposan sobre el armario.
--¿A eso le llamas, tú, bueno?
Llegado este punto ya pongo en duda el hecho de que Julián hable, porque si de verdad soy un mal escritor y lo que hay encima del armario no vale nada, es, o bien que no tengo imaginación, en cuyo caso Julián no existe, o bien escribo fatal, en cuyo caso poco importa que Julián exista o no.
Miro a Julián a los ojos y él, inmóvil, calla. Es entonces cuando recuerdo cuando llevé a editar mi primera novela. De eso hace ocho años ya y no he tenido respuesta. Bueno, sí, hay una novela muy famosa, de un escritor muy famoso que ganó un premio muy importante y que se parece mucho.
Vuelvo a mirar a Julián... nada. Cómo va a publicar nadie una novela que algunos años después será un plagio.
Julián parece sonreír.
Era un adolescente cuando mi profesora de literatura castellana me acompañó a una editorial para enseñar mis poemas y se rieron de ambos.
No levanto la mirada, pero escucho como Julián se ríe también.
Espero unos segundos y miro a Julián de reojo y sonrío. Pongo a un lado la hoja de papel. Extraigo el teclado del ordenador de debajo de la mesa y enciendo.
Julián se ha callado y observa con atención.
El PC termina de encenderse, activo el “WordPad” y empiezo a escribir.
Julián calla.
Durante más de media hora doy rienda suelta a mi limitada imaginación. Ahora abro el “internet explorer”... pongo la dirección de mi blog para publicar, introduzco unas claves... “copy & paste”... ¡ya está!
Julián sigue inmóvil.
Esta vez no he gastado papel, de hecho también estoy guardando mi obra en un archivo del disco duro del PC. Pero lo mejor de todo es que seguro que en este momento ya lo están leyéndo otras personas.
Tengo la tentación de reírme de Julián, pero llega mi hijo pequeño y se lo lleva cogido de la oreja para iniciar una sesión de boxeo infantil y creo que hoy le acompañaré.
¡Prepárate Julián que hoy me toca reír a mí!

martes, 10 de julio de 2007

Carta abierta a mi médico de cabecera.




Estimado señor o señora (eso nunca se sabe):

Esta es una carta abierta porque nunca tendría usted tiempo de abrir una cerrada y con mi remite. Igual que no tiene tiempo suficiente para escuchar a sus pacientes y se limita a oír aquello que a usted le conviene.Yo soy aquel paciente al que usted nunca dará la baja porque le parece sospechoso, todo y que desde que usted es su médico jamás a estado de baja. También soy aquel que entre tiritones febrígenos y esputos de sangre usted encontró tan sano. Gracias a Dios, que no a su sabia ciencia, ya me curé, no sin esfuerzo, de aquella enfermedad que no tenía.Pero no perdamos su valioso tiempo en recriminaciones “que no se merece” (perder el tiempo de los pacientes ya es otra cosa, por eso se llaman pacientes) y vayamos al grano, que no a la vesícula putulinosa con escoriaciones cutáneas a la que usted no prestó atención ni cuando se rodeó de verrugas.
La presente es para comunicarle que he decidido dejarme morir porque estoy harto de ser tan importante para esta sociedad que no deja de cobrarme impuestos y ni tan siquiera me permite estar un par de días enfermo. Primero pensé en fumar, pero no soporto el humo del tabaco. Después pensé en beber, pero mi estómago inició toda una campaña de protestas contra el alcohol. También inicié una huelga de hambre, pero pasaba demasiada hambre. Las drogas no me permitían ser yo mismo. Así que, al final, decidí comer cuanto me apeteciera y dejar de hacer el poco ejercicio que, el escaso tiempo libre del que disfruto, me permite.Ya llevo engordados cincuenta kilos, mi colesterol y mis triglicéridos se suben por las paredes, mi presión sanguínea es la de una olla a presión, siempre tengo dolor de espalda y cada vez tengo menos energías para moverme. Pero sabe una cosa: sigo tan sano como siempre.
En la nueva sociedad puedes estar enfermo o puedes estar sano, puedes tener trabajo o estar en el paro, puedes someterte a los designios de la sociedad o irte a vivir debajo de un puente, pero lo que no puedes hacer es coger la baja o intentar recuperar parte de lo que pagas a la seguridad social por el simple hecho de no encontrarte en condiciones físicas o anímicas. Actualmente una persona que falta a su trabajo o pierde dinero, si es un autónomo, o se convierte en un delincuente, si es un empleado por cuenta ajena. El resultado siempre es el mismo, debes estar dispuesto a dar y nunca a recibir porque no existe nadie, en verdad, que te ayude a levantar.Es una lástima, querido doctor, que usted sea tan fiel al sistema, espero que este le de a usted las alegrías que a mí me ha negado.

Atentamente: el enfermo más sano de su consulta.

lunes, 9 de julio de 2007

Psicología vital (Yo puta)


He decidido ubicarme aquí y creo que es un acierto. La labor social que llevo a cabo es indudablemente mucho más necesaria aquí que en cualquier otro sitio. A los vecinos parece molestarles mucho, incluso han pretendido que modifique mi horario laboral, dicen que por el bien de sus hijos. Qué sabrán ellos de sus hijos, si no fuera por mí terminarían suicidándose antes de alcanzar la mayoría de edad o, lo que es peor, metiéndose a curas; todo por tener dudas sobre su verdadero género. En definitiva, me alegro de haber abandonado los juzgados y haber puesto mi negocio cerca de estos dos colegios religiosos. Gano más, trabajo menos y encima realizo un bien social.
El trabajo ya no es tan duro, pero mis tarifas también son pequeñas, aunque el volumen total me ha permitido aumentar mis beneficios. Esos muchachos de catorce y quince años se van tan pronto les dedicas un par de caricias intimas, así que los doce o quince euros implican poco riesgo y brevedad, eso sí, les doy un poquito de conversación para que puedan desahogarse de sus problemas que es lo que realmente necesitan. Y, después de todo, qué significa mi beneficio económico frente al placer de ver como el muchacho ha recobrado su hombría puesta en duda por los tocamientos previos del cura de turno.
Ahora el muchacho conoce la anormalidad insana de lo que le sucede en ese colegio y, aunque siga sin atreverse a decirlo en casa, por lo menos, gracias a mí, habrá disipado sus dudas. Ahora es capaz de aceptar la realidad de la tortura sufrida y ofrecer resistencia la próxima vez.
La resistencia se extiende y al curita tocón no le debe gustar porque ha venido a amenazarme, pero al final se tuvo que marchar con el rabo entre las piernas (lastima no se lo amputaran), mi amenaza resultó más efectiva.
Este cura, don Ramiro, me recuerda a doña Antonia, la monja responsable de mi actual categoría laboral ¡Que poco cambian los tiempos!
Bueno... viene un cliente y debo despedirme. Para aquellos que no lo hayan averiguado aún les diré que soy puta, pero yo prefiero considerarme psicóloga vital.

domingo, 8 de julio de 2007

Días de lluvia


No me gustan los días de lluvia y no es precisamente por el barrizal que se forma delante de casa y termina por mancharlo todo, tampoco es por esa gotera del comedor con la cual ya me he acostumbrado a vivir, ni tan siquiera porque el perro del vecino ladra a las gotas de agua hasta desquiciarme de los nervios. La verdadera razón de mi aversión es que sólo llueve cuando me he dejado el paraguas en casa.

Seguro que durante la mañana la ventana de la oficina ha mostrado un día dudoso, pero que se resuelve en diluvio justo a la hora de salir.

Regresar a casa protegiéndose bajo los balcones y arrimándose a las fachadas de los edificios es desagradable, pero no es lo peor. Encontrarse a alguien en dirección contraria tan desprotegido como tú es solo relativamente molesto; pero lo realmente lamentable es el más que habitual desaprensivo que, a pesar de ocupar la acera del lado de la calle que no le corresponde y llevar un enorme paraguas, empuja la punta de este hacia adelante y se pega a la pared para ensartarte a lo bárbaro con la sana intención de preparar un pincho moruno con aromas de lluvia.

sábado, 7 de julio de 2007

Política de aguas residuales.


Bueno, ya estoy aquí. Disculpen la tardanza, pero tenía que cumplir con un ineludible designio político, una reivindicación de mi vejiga urinaria. Retrasar esa acción hubiera supuesto un doloroso aumento de esas reivindicaciones, justas por otra parte, hasta alcanzar, posiblemente, problemas para el estado... el estado de mi organismo.Durante el proceso de expulsión de residuos se han producido algunos problemas debido a la elevada profusión de residuos y la baja preparación de las canalizaciones naturales para ese fin. La cuestión es que se ha generado un perímetro de contaminación en las áreas adyacentes al depósito de residuos. De ahí parte mi retraso, pero para subsanar este problema, también se ha visto comprometido el presupuesto, además del gasto de agua en el vaciado de la cisterna ahora hay que añadir la utilizada por el cubo y la fregona, pero es que además se deben incluir los desinfectantes (lejía) y los trapos para limpiado, aclarado y secado de superficies nobles; trapos que en ultimo termino han sido ubicados en el área para reciclaje que distingue los elementos a lavar, a noventa grados, cada mes.Estamos de acuerdo en que demasiadas áreas de residuos no reciben ese trato privilegiado, pero nadie se siente a gusto entrando en esas áreas de desecho para aguas y lodos residuales donde es perceptible el olor de los contaminantes en descomposición.También tenemos constancia de que en algunos países, como Alemania, se suelen evitar estos incidentes igualando los métodos de expulsión de residuos líquidos en hombres y mujeres, es decir, haciéndolo sentados. Pero imaginen el problema de aquello sobresaliendo y tocando por todas partes. Yo personalmente no lo considero una buena idea, además creo que esa es la causa de que la mayoría de alemanes varones, circuncidados o no, cojan hongos en la punta... amén de cosas peores y no el elevado consumo de cerveza, como he llegado a oír. Pero no nos salgamos del tema.Nuestro país doméstico también cuenta con ciudadanos menores de edad que no cumplen adecuadamente con las tareas de mantenimiento, por ello debemos acomodar nuestro tiempo y presupuesto a suplir esas deficiencias.En fin, no creo que haya mucho más en la política de este tipo de residuos que pueda contarles en estos momentos, si se me ocurriera algo más no duden que se lo contaría debidamente.¡Hasta pronto!